sábado, 1 de septiembre de 2018

Doblaje VS Original


Quería contestar directamente en Twitter, pero se me iba a hacer muy largo y tampoco tenía ganas de enredarme con un hilo.

Personalmente, yo suelo preferir ver películas y series en versión original subtitulada. A veces los subtítulos son incluso un simple apoyo porque, si está en inglés, puedo enterarme bastante bien de los diálogos.

Sobre todo si se trata de algo que he estado esperando con ansia y no puedo seguir esperando hasta que lo doblen al castellano, o que no es probable que lo doblen al castellano nunca, como ocurre con muchos animes, los subtítulos son mi primera opción.

Es casi siempre un capricho personal, porque soy una friki de los idiomas y porque muchas veces, cuando oyes la voz original de un actor o actriz, ya no puedes oír su doblaje sin ser consciente de que está doblado. La voz de Adam Driver no tiene absolutamente nada que ver con la de Kylo Ren en el doblaje castellano, y después de no-sé-cuántas temporadas de The Big Bang Theory se me hace raro que un sith tenga la misma voz que Sheldon Cooper.

Las películas en versión original me han regalado momentos maravillosos como aquella vez que no era yo quien estaba viendo Origen (Inception), sino mi madre, y yo estaba allí pero los subtítulos no entraban en mi campo de visión, y Tom Hardy dijo algo, no recuerdo qué, pero lo dijo en su inglés (el maravilloso inglés de Tom Hardy) y sonó en mi cabeza como si fuese mi lengua materna. No porque lo entendiese, no; entender, entendía también a Cillian Murphy y a Leonardo DiCaprio. Fue solo esa frase de Tom Hardy, y fue solo por haber visto más de Tom Hardy en versión original. Con una base del idioma, las películas sin doblar son un eficaz refuerzo del aprendizaje.

Es muy común que en el doblaje se pierdan juegos de palabras y chistes sin traducción exacta y no siempre se tiene la habilidad suficiente para sustituirlos, lo que perjudica a la calidad de lo que estamos viendo. A veces se traducen literalmente y no tienen sentido a no ser que sepas darle la vuelta y entender el chiste original.

También hay un factor importante que afecta a la calidad del doblaje: el dinero. No tiene la misma riqueza el doblaje al castellano de Infinity War que el de Oldboy (la coreana) o casi cualquier muestra de cine asiático no animado.

Hace no mucho vi una película china cuyo título habían traducido por Yo no soy Madame Bovary, para que se entendiera la referencia, imagino. El título original era «Wo bu shi Pan Jinlian», cuya traducción literal es Yo no soy Pan Jinlian. Entiendo que aquí no hay un conocimiento general de la cultura china y que ese título nos resbala un poco así de buenas a primeras, así que para que la gente vea la película hay que poner algo que suene un poco más. Estoy bastante segura de que, aun así, hay mucha gente que no sabe quién es Madame Bovary y de que alguien que ve cine asiático sin reírse porque salen chinos (la autora tiene conocimiento de una cifra mínima de sesenta casos verídicos) sentirá un mínimo de curiosidad por quién es «Pan Jinlian», lo cual, por cierto, explican en la misma película.

Así que, personalmente, coincido bastante con esas personas que sostienen que en el doblaje se pierden trazos culturales. SIN EMBARGO, también coincido con la otra parte en otras cosas, y es que no todo el mundo tiene la suerte de tener una base en otros idiomas, no todo el mundo es capaz de apreciar en su totalidad la obra si tiene que dedicar parte de su concentración a los subtítulos (a mí me pasa sobre todo cuando los subtítulos están mal puestos o tienen faltas ortográficas horribles) y, además, el doblaje es un arte y está tremendamente infravalorado.

Los actores y actrices de doblaje tienen un papel casi o tan importante como aquellos y aquellas a quienes ponen voz. El doblaje puede convertir una mala película en una gran obra o una película buenísima en un bodrio (hasta donde yo sé, he visto más de lo segundo). Antes, es decir, hasta hace un par de meses, yo era una firme defensora de los subtítulos como única traducción, y lo que me ha hecho cambiar de opinión no ha sido una interpretación mejorada, creo yo, sino algo menos crítico y más sensible. Me explico:

Todo empezó con Shameless, aunque fue un caso aislado. En la familia Gallagher todos tenían voces conocidas, y recuerdo que nos repateó un poco los hígados encontrarnos otra vez con la voz de Fernando Cabrera (Sheldon Cooper y Kylo Ren), esta vez como Lip, pero hubo otros que después eché de menos cuando tuve la oportunidad de ver la serie en versión original. Uno fue Jesús Pinillos (Mickey Milkovich), que también es Leonard en Big Bang y Pardo en Somos osos, pero quien de verdad me tocó la moral y fue la razón por la que renuncié a la voz original de Jeremy Allen White fue Jesús Maniega (Kevin Ball). Solo hizo falta una frase: «es que solo hay un baño», y Ángela ya estaba enamorada del doblaje castellano de Shameless.

Luego están los dibujos animados. Los Simpson es una obra maestra, como demostró el otro día Asierka Doblajes en Twitter, y Futurama, también de Matt Groening, es otra. La semana pasada tuve que ver un capítulo sin doblar, y fue horrible, ¿por qué? Porque crecí con Iván Muelas como la voz de Fry, y al ver la serie otra vez me di cuenta de que no solo era la voz de Philip J. Fry, sino también la de Billy, de Las macabras aventuras de Billy y Mandy, ese personaje cuyos diálogos mi hermano y yo llevamos años repitiendo. Si hubiera visto el capítulo de Futurama «El día que la Tierra amaneció estúpida» en versión original, probablemente no me habría reído ni la mitad y mucho menos tendría la risa triunfal de final de frase en «y el malvado cerebro rio triunfalmente». Cuando en Hora de Aventuras el Conde Limoncio salta por la ventana y empieza a comer tierra después de haber tomado picante y alguien grita «¡Se come la roña!», es un chasco darse cuenta de que en inglés no es roña, sino tierra (dirt). Bob Esponja, cuando Patricio dice «¡Ah, Oeste! Creía que había dicho Weste» o cualquier diálogo que en inglés no es ni la mitad de bueno.

Pero la razón suprema de mi cambio de opinión sobre el doblaje no fue una película, ni una serie, ni unos dibujos animados, sino un videojuego. Creo recordar que hace poco incluí a un par de personajes de Fallout 4 en una reflexión sobre mi problema con los hombres. Pues bien, la voz de uno de esos hombres en el juego en castellano, la del Paladín Danse, es la de Roberto Encinas. Roberto Encinas fue el actor que me abrió los ojos.

La voz original del Paladín Danse es la de un señor llamado Peter Jessop, que al parecer es utilizadísima en EEUU para anuncios y otras cosas y eso ha dado lugar a vídeo-memes del Paladín Danse intentando vender coches o sopa de pollo al personaje principal. Yo me moría de ganas por jugar al juego en inglés porque daba por hecho que era mucho mejor hasta que pude comparar las frases de Danse en ambos idiomas.


Desde el «extraordinario» que repite una y otra vez hasta el híperrealista «¡Mira por dónde pisas, joder!» con el que casi lloro el otro día después de que mi muñequito pisase una mina, pasando por oraciones bellamente correctas y bien construidas como «Nuestra agudeza visual se ve reducida aquí a un nivel inaceptable» y otras increíblemente sassy que en versión original incluso pueden sonar heterosexuales como «El hedor putrefacto de la deshonestidad impregna el aire aquí... aunque también puede ser el brahmán» o «La comida de la cantina no está mal... siempre que no la huelas antes de comértela».

En general, el doblaje de Fallout 4 es maravilloso. Desde luego, es infinitamente mejor que el del Fallout: New Vegas, y eso que nos dejó regalazos como 'Pete el Pachorras' (Easy Pete) o 'el maromo de la RNC' que todos los NPCs de la República de Nueva California querían que les cubriese las espaldas. Pero, pese a todo lo que diga mi madre, y tenga razón o no, creo que la voz en castellano del Paladín Danse es lo mejor.


Me costó darme cuenta de que ya había oído a Roberto Encinas en un papel parecido: Chris Redfield en Resident Evil 6. Tardé porque en RE6 existe la fantástica opción de cambiar el idioma del juego, y lo jugué más veces en inglés y alemán que en castellano. Después me di cuenta también de que Roberto Encinas es Nathan Drake en Uncharted, y tras reconocer su voz en Oldboy (la coreana de cuyo doblaje me quejaba antes) me dio por buscarlo. Resulta que este señor lleva ahí toda la vida, he crecido con él, pero soy consciente de su existencia solo por pura casualidad.

Son el reparto invisible. Y el mejor doblaje es cuando es imperceptible, igual que cuando una actriz o un actor dejan de lado su identidad para asumir la de su personaje, pero esa actriz y ese actor salen en los créditos, finales o iniciales, como las voces de las películas de animación originales. Pero el reconocimiento de todo el trabajo de doblaje se pierde.

Si mi personaje favorito de Shameless es Kevin Ball (que en realidad no, pero casi), yo puedo saber que el actor que le da vida es Steve Howey, pero solo en un 50%, el otro 50% que es Jesús Maniega lo desconozco hasta que me da por visitar eldoblaje.com y lo busco.

Si mi personaje favorito de Futurama es Philip J. Fry, yo puedo saber que el actor que le pone voz en EEUU es Billy West, pero me quedo sin saber que el que se ha ganado mi cariño y mi respeto desde que era una cría es Iván Muelas hasta que me da por visitar eldoblaje.com y lo busco.

¿Valoraremos algún día que Luis Bajo pueda ser al mismo tiempo Tigger de Winnie the Pooh y Abraham Ford de The Walking Dead? ¿Que Roberto Encinas sea la voz en castellano de Jason Momoa y al mismo tiempo Thor y el portero de Asgard en Las macabras aventuras de Billy y Mandy?


Aquí en España gran parte de las personas contrarias al doblaje se escudan en que es un invento de la dictadura de Franco, entre otras razones que serán más o menos válidas pero: en el resto del mundo también existe el doblaje. Por eso Dark, que es alemana, la podemos ver aquí en inglés con subtítulos, comiéndonos el doblaje a otro idioma que tampoco es el nuestro.

Ver las películas subtituladas no es malo, pero el doblaje es necesario, como también lo es darle a los actores y actrices de voz el reconocimiento que se merecen.

Y sí, al final sí me quedó largo. Por si acaso y para completar, dejo aquí este docu de Borja López:





//twitter.com/AsierAyape/status/1034003381277343744

miércoles, 1 de agosto de 2018

¿Necesario el acoso escolar?

Me he encontrado esta genialidad en Twitter y no he podido aguantarme:


Yo misma he sido víctima de bullying y esto es una ofensa para mí y para el resto de personas cuya vida ha sido marcada por el acoso escolar. Es una negación del maltrato que culpa de las secuelas a nuestra propia debilidad y a nuestras familias.

Porque ¿qué es «sucumbir»? Para mí, sucumbir es el suicidio, la última decisión, cuando todo nos supera y no vemos otra salida. Para esta persona, este ente tuitero, sucumbir parece ser cualquier tipo de consecuencia generada por el bullying. Asegura que «ayuda en la fortaleza mental». ¿En la de quién? Imagino que en la del acosador, que consigue una posición de poder sobre otra(s) persona(s) y su seguridad se ve reforzada por ese estado de superioridad basado en el miedo y la violencia, porque yo no me siento para nada fortalecida.

Sí es cierto que llegado un punto me harté y decidí hacer algo al respecto, y salí "ganando". Me escucharon y actuaron, y aun así se me consideró por otra parte la culpable de la situación. Se me acusó de denunciar en falso y de exagerar los hechos. Dieron al testimonio de mis agresores la misma credibilidad que al mío y las otras víctimas se callaron por miedo. Ellos eran cinco, yo una. Hubo gente que me consideró fuerte por aguantar aquello, pero lo único que me hacía seguir adelante era la inercia.

Si «fortaleza mental» significa vivir con el miedo de que te hagan daño, reprimiendo tus emociones y pensamientos porque no crees que sean importantes, incapaz de hacer lo que te gusta en público por miedo a la burla, vivir dudando de la validez de todas tus decisiones y de tu propio criterio; si «fortaleza mental» significa sentirte tonta cada vez que mantienes una conversación con cualquiera, creyendo que cualquier cosa que digas va a dejarte en evidencia, evitando todo tipo de relación porque tu voz interior no deja de repetirte que la otra persona se está burlando de ti; si «fortaleza mental» significa hacerte a la idea de que todo el mundo es mejor que tú y que todo el mundo merece cosas mejores que a las que tú jamás podrás aspirar porque no tienes capacidad para nada, entonces sí, el bullying ayuda a la fortaleza mental. Enhorabuena.

En cuanto a biológico y natural, que son los "argumentos" que utilizaron una vez para "explicarme" por qué estaba enferma por ser bisexual, me gustaría saber si esta persona tiene algún dato contrastado y verídico en el que apoyarse (que lo dudo). Que siempre existiera me lo creo; también existieron siempre las enfermedades, pero nos las tratamos.

El bullying NO ES necesario. Ningún maltrato es justificable, y decir que el bullying forma el carácter está casi a la altura de las violaciones correctivas.

lunes, 16 de julio de 2018

'Call Me by Your Name'

A buenas horas, sí, pero acabo de ver la película (en versión original). Podría hacer una crítica en serio si no albergara tan profundos sentimientos por Armie Hammer y su personaje, pero como no es el caso, haré una chapuza sin spoilers graves.

A diferencia de todos los comentarios infinitamente mejores y con información importante en sus líneas que abundan en internet, yo quiero resaltar las nimiedades... y a Armie Hammer, que fue el principal motivo por el que me interesó ver la película. ¿Que habría visto la película aunque no saliese él? Probablemente. Y probablemente esta entrada tendría un mínimo valor de haber sido así.
Normalmente vemos las películas por el argumento (o porque sale Armie Hammer), pero el de esta no es precisamente innovador, en mi opinión. He visto muchos dramas y leído a Jane Austen tantas veces que ya todo me parece obvio. PERO no es una pega, porque la intuición de una/o respecto al hilo permite captar y disfrutar otros aspectos.

Por ejemplo, el escenario. La película transcurre en Italia, que no es uno de mis países favoritos pero después de Call Me by Your Name ha ganado muchos puntos. Más concretamente, en una casa preciosa de esas en las que todo cruje. De hecho, uno de mis momentos favoritos es cuando Oliver (Armie Hammer) empuja una puerta para cerrarla de forma muy casual (mientras se supone que tienen que hacer el menor ruido posible) y Elio (Timothée Chalamet) se lanza a pararla; no llega a tiempo y la puerta se cierra de golpe haciendo que retumbe la casa entera.

Otro de mis momentos favoritos es al llegar Oliver, que no está de acuerdo con la observación lingüística que Perlman hace sobre el albaricoque y empieza a hablar de etimología. Sin embargo, la grandiosidad de la escena es puramente subjetiva.

También me gusta cómo en las conversaciones triviales se tratan temas culturales en los que todos los personajes tienen cabida, y me gusta que los diálogos sean plurilingües.

El hecho de que ambos protagonistas se muevan generalmente en bicicleta permite apreciar el ambiente, natural y sano, y los paisajes preciosos que no hay en Roma, aunque en Roma hay otros.

Personalmente alguno de estos momentos me recordó a The Falls, una película también de temática gay que no me arrepiento de haber visto pero que no repetiría, en la que los protagonistas también se mueven en bicicleta por caminos parecidos y tienen una relación y un comportamiento similares. Me reí mucho con ella, aunque no es una comedia, y saqué un par de citas geniales como «no hay nada más gay que el ejército», pero esta es mejor.


En cuanto a Armie Hammer y su personaje, Oliver, he de decir que estoy encantada. Antes, cuando pensaba en Armie Hammer, me venían a la cabeza su papeles de Mike Stevens en Mine o de Ilya Kuryakin en Operación U.N.C.L.E., cualquiera de los dos totalmente distinto de Oliver. La segunda tuvieron que convencerme para verla y tenía todas mis esperanzas puestas en Henry Cavill, pero Henry se convertió en un estorbo en cuanto Hammer apareció en pantalla.

Sin embargo, demostró en esta película que, además de maravilloso, también es actor. En realidad ya lo había demostrado en Mine, pero es solo por echarle flores.

Oliver tiene algo de lo que Ilya y Mike carecen. El qué lo sabe Armie. Es un personaje redondo aunque no se aporte demasiada información sobre él (en la película, no he leído el libro... aún). Es el chico perfecto al que todos quieren, pero se esconde bajo una máscara de firme seguridad que no es siempre tan firme. Su contexto es diferente del que vemos en la película; si no lo fuese, el final podría haber sido distinto.

Quisiera concluir confesando que terminé de ver Call Me by Your Name a las 03.30am y que por ello quizá esta birria de comentario esté cimentada en una visión poco precisa de... Que me caía de sueño, vamos.

jueves, 14 de junio de 2018

Feminismo, transfobia y binariedad

Nótese que hablo desde mi punto de vista de chica bisexual cisgénero menor de 20 años y que no tengo conocimientos ni experiencia suficientes como para poseer la verdad del universo.

Hoy tuve que dejar de seguir una página "feminista" en FB porque negaban que "los" trans (refiriéndose a las mujeres transexuales) tuvieran espacio en el feminismo o derecho a entrar en los espacios exclusivos de mujeres, alegando que su único objetivo era "meterse en nuestras camas" y asegurando que no pueden ser mujeres por tener pene.

Esta no es la primera vez que soy testigo de actitudes como esta, aunque quizá sí la más clara, la más brusca y la más estúpida. Normalmente, cuando se critica la transfobia dentro del feminismo, la(s) persona(s) en cuestión se escuda(n) en el mal entendimiento y se medio-disculpa(n) por haberse expresado mal. Esta vez, sin embargo, lo dejaron bastante clarito:
Nosotras a los trans los dejamos bastante en paz, son ellos los que quieren meterse en el feminismo, nuestros espacios y nuestras camas.
No sé en qué mundo vive esta gente; quizá haya que aplicar sobre ellas la misma lógica que aplicamos sobre los cuñaos machirulos y sobreentender que no creen realmente que sea así sino que se escudan en esa fantasía para justificar su intolerancia.

Quizá la base de la transfobia en el feminismo, razón por la que se reivindica un feminismo trans, esté en el extendido culto a los genitales femeninos. Que sí, que desde el principio de los tiempos el mundo se ha dividido en hombres y mujeres heterosexuales (la llamada heteronormatividad), cada uno con sus respectivos genitales. Y, como en todo lo demás, los genitales femeninos se dejaron de lado. El señor Freud se inventó el orgasmo vaginal y obvió totalmente la existencia del clítoris, descubierto hace relativamente poco. Sí, existe una mayoría cisgénero de mujeres que legitima la lucha feminista en este campo.

Pero que las cis seamos mayoría no es una razón para dejar fuera a las mujeres trans. No me hace falta tener un pene entre las piernas para comprender que ellas también tienen genitales femeninos, aunque sean diferentes a los míos.
Porque trans o cis, son mujeres, y como mujeres tienen todo el derecho del mundo - y es suyo, no tiene que dárselo nadie - a entrar en los espacios exclusivos de mujeres y a participar del feminismo. Con respecto a nuestras camas, eso tiene que decidirlo más de una persona.

Con respecto al feminismo, desde que soy parte (activamente) de la comunidad LGBT+ he tenido algunas dudas acerca del término. No por lo mismo de siempre de y por qué no igualitarismo, sino por la lucha contra la binariedad. Lo llamamos feminismo porque las mujeres hemos sido el género más maltratado... de los dos. Pero ahora nos encontramos con un tercer género ya reconocido en Alemania, no porque sea algo nuevo, sino porque ahora es visible. Me encuentro en una situación en la que igual defiendo los derechos de las mujeres y el derecho a no definirse dentro de uno de los dos géneros "predominantes".

Incluso hemos tenido que redefinir la bisexualidad cambiando el "interés tanto por hombres como por mujeres" por el "interés por el propio sexo y el distinto", lo que ha creado un montón de confusión con la pansexualidad y provocado la reacción general de vamo a acabar con las etiquetas.

Pero las etiquetas (aunque, como el feminismo, sí deberán ser eliminadas algún día) son necesarias nos guste o no, porque son lo que nos da visibilidad. 

Y las dudas que tenga ahora y me vayan surgiendo más adelante no van a desaparecer de repente porque venga alguien y me diga qué tengo que hacer, porque hay mucha tránsfoba entre las feministas y muchas trans que no son feministas. Tengo que seguir aprendiendo hasta poder discernir yo sola.

domingo, 8 de abril de 2018

Inercia fangirl autodestructiva

Uno de mis mayores hobbies es rallarme (sí, como el queso) dándole vueltas a diversos aspectos de mí misma o de mi entorno, aunque generalmente lo primero, para intentar encontrar las raíces de mi forma de ser o hallar un por qué en mi comportamiento. Casi nunca doy con las respuestas y, en vez de eso,
aparecen más incógnitas.
Llevo ya bastante tiempo reflexionando acerca de mi preferencia (en la ficción) por personajes totalmente contrarios a lo que soy y lo que defiendo. Hasta donde alcanza mi memoria, siempre ha sido así. Aun hoy sucede y, aunque solía hacerme gracia, ahora me preocupa.
Nota: me sigo riendo.

Junto a este hábito de «empatizar» con la mala gente está el de aborrecer al protagonista, casi siempre masculino, que se supone que es por norma general el personaje con el que tenemos que identificarnos y/o admirar. Este segundo hábito no me parece erróneo, sin embargo.


No me estoy refiriendo al universo Disney, donde es muy fácil coger cariño a villanos como Úrsula, Hades o Jafar, sino a otro tipo de personaje más cercano a la realidad. Por ejemplo, en The Walking Dead. Este es un buen ejemplo porque no hay un límite claro como lo hay entre Harry Potter y Voldemort o entre Batman y Bane (sí, soy #TeamVoldemort y #TeamBane), sino que hay vivos y muertos y los vivos se montan el tinglado como les parece.

Jeffrey Dean Morgan (Negan)
En TWD, desde la primera vez que apareció hasta que murió (jaja spoiler), mi personaje favorito fue Merle Dixon. Quien haya visto la serie sabrá que Merle (un supremacista blanco agresivo y no demasiado cooperador) no era precisamente un amor de persona. El lugar de Merle lo ocupó después el sargento Abraham con su tupé y su bigote pelirrojos que, aunque tenía sus cosas, era buen tío, hasta que llegó mi actual personaje favorito con un bate de béisbol envuelto de alambre y le quitó el sitio a golpes. Ese es el ejemplo más claro: Negan, un idiota con un bate y una sonrisa encantadora que se hizo el amo del mundo, o casi, sirviéndose del miedo. Un asesino en toda regla que además viola mujeres. En esa misma línea está Sir Gregor Clegane «La Montaña», de Juego de Tronos.

He de decir también que estos dos son un caso extremo - Merle no -, ya que normalmente me limito a los genocidas animados como Reiner y Bertolt de Attack on Titan. Niños adoctrinados, coaccionados y utilizados como arma militar que no son conscientes de lo que realmente han hecho hasta que ya es demasiado tarde pero, aun así, culpables.

El caso es que, después de analizar la retahíla de personajes grandes, atractivos, inexistentes, malvados en mayor o menor grado y, en su mayoría, rubios y con nombres terminados en -er (Krauser, Lester, Reiner, Seifer, Wesker), llegué a la conclusión de que no tenía por qué ser dañino tener feels por los bad boys ficticios - paso demasiado tiempo en internet - si era capaz de reconocer y evitar a los GGMM (Gilip*llas Macizos) en la vida real.
Nota: no es muy difícil; suelen escribir con muchas faltas y critican a/se ríen de las «feminazis».
Ah, y son guapos, que feos los hay también, y más.
(Estoy esperando que alguien venga a criticarme porque cuando esta distinción la hacen ellos me quejo).


Luego empecé a jugar al Fallout 4 y, en mi empeño por tener un romance gay con este imbécil... 


...me uní a la Hermandad del Acero (porque en este juego, al igual que en TWD, no hay un límite claro y puedes agruparte con cualquier facción de las que no te acribillan a disparos en cuanto te ven, que son pocas, en base a la ética que quieras seguir... o, como en mi caso, con qué muñequito/a quieras intimar). La Hermandad del Acero la lleva este otro imbécil...



..., el maestre Maxson, que es un GM en toda regla (solo hay que oír su discurso de presentación) y se parece a mis últimos posibles ligues (uno de ellos ya no lo es porque, después de romper el hielo con una pregunta sobre hipopótamos, me dijo que le daba asco Rammstein).


Después de este tropezón (entiéndase como se quiera), llegué a una conclusión nueva y es que, por mi propia seguridad, es mejor que renuncie a los hombres y me limite a las mujeres (perdón por la binariedad) o que, directamente, me resigne a vivir y morir sola. Eso sí, con unos cuantos pósteres de Maxson y Krauser/Lester/Reiner/Wesker en la pared.

sábado, 17 de marzo de 2018

Veni, vidi, vici

Contra todo pronóstico, me ha gustado Roma. Más lo ha hecho Florencia, a pesar de que solo pasé un día - y ninguna noche - allí. Me hubiese agradado poder visitar una catedral gótica propiamente dicha, y no solo el remanente de algunas catedrales mixtas, pero la verdad es que la arquitectura italiana, al menos lo que yo he visto, es una maravilla.

Puesta de sol en Roma.

Llegué a Roma el viernes por la mañana, después de dos horas en un autobús que cogí a las 3.00am y tres o cuatro en el avión, donde dormí apenas una hora escasa - y fue todo lo que descansé esa noche - y, tras dejar las maletas en el hotel, nos fuimos a caminar y subir escaleras con la guía turística hasta las 7.00pm, que volvimos al hotel a pie. Dieciséis horas de trote más lo que tardamos en llegar.

La rutina fue más o menos la misma el resto de días - salvo porque (algunas) dormíamos un poco por la noche -, con la excepción de uno en que la lluvia nos cogió por sorpresa y volvimos al hotel sobre las cinco. Aquel día estábamos a 18ºC con cielo despejado, en el tiempo anunciaban chubascos y lo que nos cayó encima fue el diluvio universal.

Un señor árabe apareció vendiendo paraguas mientras nosotros nos refugiábamos en las hornacinas del Complesso del Vittoriano (donde estaba la exposición de Monet en la que nuestra profesora pretendía que entráramos pagando la entrada de nuestro bolsillo sin avisarnos primero) y trató de venderme uno pequeño por cinco euros. Yo tenía que controlar bien lo que gastaba y necesitaba dinero para coger el metro más tarde (que también tuvimos que pagar de nuestro bolsillo sin que nadie nos dijera nada), así que le dije que no se lo compraba por más de dos. Él dijo tres y no dio el brazo a torcer, así que lo pagué conjuntamente con otra compañera porque lo necesitábamos.

Más tarde ella consiguió otro paraguas y yo me quedé con ese. Uno o dos días después el resto del grupo compró también y yo conseguí intercambiar el mío, negro, con el arcoíris de otro compañero. Se me rompió ese mismo día.

El hotel, cuyo nombre no voy a mencionar, era de 3 estrellas y tenía la ventaja de estar justo enfrente de la estación de Termini. Dormíamos agrupados en ocho habitaciones de tres y dos de cuatro en el segundo piso. Las habitaciones - al menos las de tres - eran originalmente individuales, pero lo remediaron metiendo con calzador otra cama y disfrazando un diván para que funcionase como otra más.

En nuestra habitación, en la pared, sobre las dos camas adicionales, había dos apliques con la pantalla muy sucia. Uno de ellos - no el mío - estaba muy suelto y podía caerse en cualquier momento. Las sábanas bajeras, blancas, estaban manchadas en los bordes y mi edredón tenía agujeros por quemadura y por roído. También estaba roído el borde de la puerta del armarito que guardaba la mininevera. En el armario grande, el de la ropa, había dos mantas de aspecto sospechoso que no tocamos. Las cortinas también estaban sucias y la ventana no cerraba bien. La alarma de incendios estaba envuelta en plástico; la razón no la sé.

En el baño adyacente, la bañera tenía pegados restos humanos que no salían con el agua a presión, el bidé estaba sucio y la tubería del lavabo se soltó el segundo o tercer día, por lo que tuvimos que pasar sin él y utilizar grifos alternativos para lavarnos manos, cara y dientes. No avisamos en recepción por miedo a que nos echaran a nosotras la culpa.

El desayuno, en cambio, era maravilloso y bastaba para aguantar casi todo el día solo con él. Ahora que estoy en casa, echo en falta el mocaccino doble acompañado de bizcocho de chocolate y cruasanes con nutella. Los zumos no eran gran cosa, pero el de piña sabía a piña (a diferencia del de naranja, que sabía a Frenadol).


Me siento orgullosa de poder decir que estando en Italia, aparte de haber visitado numerosas galerías, museos y catedrales y de haber visto en persona obras de arte que algunos solo pueden ver en foto, he podido probar la pizza Margarita, el spaghetti alla Carbonara, la lasagna al forno y el gelato de Panna Cotta. Del capuccino no puedo decir mucho porque tenía prisa y me quemé la lengua con él.

También me siento orgullosa de poder decir que entré en el Vaticano sin sujetador, en mi segundo día de regla y con una camiseta de Rammstein, con los que tuvieron problemas a finales del siglo pasado. Sin embargo, al personal del Vaticano le importó más el que dos de las chicas llevasen una falda "demasiado corta" - medio muslo - y las hicieron atarse fulares y pareos alrededor de la cintura para poder entrar en la basílica de San Pedro.

Vista desde un puente tras salir del Vaticano.

En Florencia, después de haber sucumbido a un gofre con chocolate de 3,50€, mientras todo el grupo estaba arremolinado en torno a una fuente con una estatua de un jabalí, frotándole el morro y tirando allí su dinero - desde un céntimo a cincuenta -, yo me giré hacia un puesto de camisetas que había a nuestra espalda. Por una ley intrínseca de mi cerebro busqué a Rammstein al ver camisetas de Nirvana y Green Day y, vaya una coincidencia, lo encontré. Además era un modelo que yo no tenía. "Es un artículo de primera necesidad", me dije, "solo tienes cinco. ¿Quién necesita comer?", y sin dudarlo un segundo me dirigí allí para preguntar el precio al señor del tenderete. Fue más o menos así:

Ángela: (en castellano) ¿Cuánto cuesta la de Rammstein?
Señor: (en italiano) Scusi?
Ángela: (en alemán) RAMMSTEIN.
Señor: (en castellano) Esas cuestan todas quince euros. 

Aclaro: la primera vez lo dije con la pronunciación castellanizada [Rámstein] en vez de la alemana [Ramshtain], que fue lo que él, al parecer, no entendió. Me hizo gracia acertar al pensar que había sido eso lo que no había comprendido, en vez de mi pregunta en castellano. 

Tras obtener la información que quería volví a dar media vuelta, gofre en mano, y le pedí a una amiga que me lo sujetara. Saqué la cartera, me giré de nuevo y comprobé que, efectivamente, el castellano no había sido el problema.

Señor: (en castellano) ¿Es para ti? ¿Qué talla?
Ángela: (en castellano) La S... o la XS, si hay.
Señor: (en castellano) No, es la S. (Saca la camiseta) Mira, así es por delante (le da la vuelta) y así por detrás. ¿Vale? 

(Estoy pensando ahora que no tiene mucho sentido aclarar en qué idioma lo dijimos si lo estoy escribiendo ya así, pero mejor que quede claro a que se pierda parte de la información.)
Florencia.

Si algo comprobé en seis días que pasé allí es que, en ciudades turísticas, saber idiomas es casi totalmente innecesario. En Roma y Florencia todo el mundo - excepto los turistas - me entendió y respondió en español. De hecho, hubo un momento muy gracioso en Florencia: yo estaba esperando por unas amigas que a su vez estaban esperando en una cola. Una chica se me acercó y me preguntó en inglés en qué cola estaba esperando yo (había cuatro). Sin pensar, le contesté en castellano y al darme cuenta se lo repetí en inglés; la chica me respondió en castellano: era española. Resulta un poco triste viajar al extranjero y que las únicas personas con las que hablas en otro idioma de los que has aprendido para justamente eso sean de tu misma nacionalidad.

Otra cosa que comprobé al salir del país es que todo el mundo es guapo fuera de España. En especial la Aeronautica Militare o, como los rebautizó una de mis compañeras de habitación, los "strippers navales". La chica del asiento de enfrente en el tren de vuelta de Florencia coincidió conmigo: "aquí todos son guapos", dijo, "los italianos, las italianas, los guiris, las guiras...".


Y bueno, en resumen, lo que tengo que decir acerca de mi viaje a Italia en calidad de estudiante de Historia del Arte es: Miguel Ángel, gracias por haber existido 💖.

'David' en la Galleria dell'Accademia (Florencia).



miércoles, 28 de febrero de 2018

Breve puesta al día

En poco más de una semana estaré en Roma (yuju), corriendo por las calles con mis compañeras detrás de la profesora de Arte para poder llegar a tiempo a todos los sitios que tenemos que visitar y esperando horas en colas una vez lleguemos, sin apenas haber dormido y sobreviviendo gracias al desayuno pago del hotel.

Solo tengo dos razones para ir: Miguel Ángel y aprovechar cada mínima oportunidad para salir del país - aunque en realidad me llega con salir de la comarca, porque si de mí dependiera no elegiría Italia como destino turístico. Sí, ya sé que a todo el mundo le encanta el país - y el idioma, que a mí no me gusta nada - pero no es mi caso. Quizá debería haber esperado un poco y haberme apuntado a la excursión a París de los de Francés, que van a visitar catedrales góticas (mis obras arquitectónicas favoritas), pero ya es demasiado tarde. Me queda el consuelo de poder ver en persona el 'David' de 4'35 metros de Miguel Ángel, la maravilla de las maravillas, pero el problema es qué vamos a hacer los cuatro días restantes.

Amadeo I
Roma aparte, mañana tengo un examen de Historia de España, la asignatura más #!€%$@ habida y por haber (de las troncales, porque Fundamentos de Administración y Gestión también tiene lo suyo), y creo que debería ir empezando a hacer las invitaciones para mi funeral, que seguro que tienen más éxito que las de cumpleaños en primaria. Ni siquiera sé si he aprobado la recuperación de la primera evaluación - lo cual necesitaba para que mi 5 condicional fuese un 5 hecho y derecho - y no espero sacar más de un 5 raspado en el de mañana (si es que llego). A diferencia del examen anterior, esta vez no está Amadeo de Saboya, hijo de Víctor Manuel II de Italia y Rey de España durante dos años de vergüenza ajena, para salvarme de mi ignorancia. La dictadura de Primo de Rivera siempre se las arregla para escaparse de mi memoria, pero sinceramente espero que la Segunda República, la guerra civil y el régimen franquista me sirvan para sacar a flote la asignatura. Echo de menos Historia del Mundo Contemporáneo de 1ºBAC, con su Revolución Rusa de 1917, Stalin y la Segunda Guerra Mundial, aunque en aquel momento tampoco supe valorarla.

SPOILER: siempre tuve muy claro lo que iba a hacer en cuanto terminara el instituto, pero ahora no tengo ni idea de qué quiero hacer con mi vida. Digo a todo el mundo que voy a estudiar Traducción e Interpretación, pero solo por decir algo, así que supongo que acabaré de rebote en la facultad de Filosofía.